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En México donde más fielmente se reflejó la crisis fueron los comportamientos del empleo y la producción manufacturera (aunque ciertamente la construcción también se vio muy afectada). En su peor momento, la producción manufacturera descendió 17.3% en tasa anual (abril de 2009), donde claramente el efecto de la crisis se intensificó de manera dramática por el brote de influenza (suspensión temporal de clases, cierre de restaurantes, cines, etc.).

En cuanto al empleo, la contabilización de la pérdida anual de plazas en el mercado formal (unos 600 mil en junio de 2009) apenas daba cuenta de la gravedad del problema, porque a esa pérdida de puestos formales habría que sumar las horas perdidas por paros técnicos y la afectación en el mercado no formal, cuya medición queda prácticamente sin registro. Se trataba de condiciones económicas propicias para producir o agravar los problemas ligados a la calidad de la cartera de la Banca. De esto hablaremos después.

Una vez que se ha ido superando ese episodio de contracción, ya se experimenta una prometedora recuperación del empleo. Según las cifras del IMSS, en los cuatro primeros meses de 2010 se han creado, en términos netos, alrededor de 380 mil empleos, comparando con diciembre. (un avance de 413 mil si contrastamos con abril de 2009). No obstante, el máximo alcanzado en 2008 todavía está lejos de alcanzarse (Gráfica 3).