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Así, en perspectiva los números se ven menos mal que hace sólo unos meses. La situación es delicada, todavía no puede asegurarse que el deterioro se haya detenido y, desde luego, nos encontramos lejos de haber superado la situación. Sin embargo, de marzo en adelante se percibe el inicio de un proceso de recuperación al menos en la confianza de los empresarios. En mayo, por ejemplo, se percibe un empeoramiento, pero sucede sólo en apariencia, ya que estacionalmente suelen bajar las expectativas para volver a recuperarse en junio (Gráfica 3). Esta circunstancia tiene una importancia especial, ya que se refiere a la percepción emanada de un sector productivo clave. No es un hecho menor: en economía la percepción es determinante en el futuro de las inversiones y se trata de percepción de los empresarios, no de los consumidores. Otro tipo de índices, como el de Confianza del Consumidor, reporta un comportamiento muy negativo. Su nivel en junio de 2009 es 11% menor que en junio de 2008, pero incluso en ese caso es menos pesimista que en meses pasados y es la tasa menos negativa desde mayo de 2008, cuando comenzara el deterioro de este tipo de indicadores.
En la coyuntura actual, una de las señales que genera mayor alerta es la dependencia que seguimos observando respecto a los ingresos petroleros, porque pone en evidencia una de nuestras grandes vulnerabilidades estructurales. Los excedentes petroleros del reciente período alcista nos proporcionaban una oportunidad única para explorar mejores opciones de reforma fiscal y que podrían implicar algún grado de sacrificio inicial en los ingresos. Sin embargo, estas opciones no fueron exploradas y el Congreso aprobó una reforma fiscal de alcance limitado, con lo cual nos quedamos en una condición crítica –como ahora se pone en evidencia.
La situación actual exige una fuerte intervención de los recursos fiscales, pero en un escenario en el que ya no tenemos los excedentes del pasado y sin la capacidad para que en el corto plazo podamos revertir esa dependencia, las opciones de política fiscal implican recortes y no una acción anti-cíclica más decidida. De hecho, en el mes de mayo se anunció un primer recorte al gasto de 35,000 millones de pesos, al cual se añade otro de 50,000 millones para el segundo semestre. Ante el boquete, prácticamente no hay estrategia de salvamento de corto plazo que alcance para cubrir tal situación. De nuevo se alza como única solución, una reforma fiscal que no quede a medias.