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mundo ha sido inevitable y la gravedad en cada caso ha variado según la solidez de las diversas economías al entrar en la crisis.
En nuestro caso, la información más reciente nos indica una afectación de gran magnitud y se confirma con la situación recesiva en la que nos encontramos: al menos dos trimestres seguidos con caída del PIB, condición que se cumplió en el tercero y cuarto trimestres de 2008. Pero no terminó ahí, pues al inicio de 2009 registramos una caída de 8.2% y otra mayor aún en el segundo trimestre (-10.4%), lo que rebasó las expectativas más negativas que se habían formulado, tanto por autoridades cuanto por analistas privados.
El agravamiento sobre la caída registrada en el primer trimestre estuvo asociado al cambio de estacionalidad de la Semana Santa entre 2008 y 2009, pero además se añadió un factor extra económico como fue el brote de influenza, el cual frenó a actividades que no habían sido tan afectadas con la crisis internacional. Se trata una contracción peor que la de 1995, cuando la crisis financiera en México implicó un segundo trimestre con una caída de 9.2%.
En este contexto, debemos seguir de cerca dos indicadores clave. Por un lado el empleo, por su nexo con la evolución económica y porque nos marcaría la capacidad del aparato productivo para resistir mejor la mala situación. Por otro lado, la evolución de las exportaciones, que nos daría más luz sobre el impacto que viene de fuera y que directamente afecta al aparato productivo en México.
Así, una de las variables más sensibles a este entorno es el empleo formal. Éste ya venía desacelerándose a lo largo de 2008, previo a la recesión propiamente dicha en Estados Unidos, pero no se habían tenido pérdidas netas, sin embargo, a partir de noviembre ya hubo caída en términos anuales. En adición a ello, el brote de influenza agudizó el impacto. Hasta abril de 2009 la caída había sido de 3.4%, lo que equivale a 484 mil puestos de trabajo. Considerando el desempeño de los primeros meses de 2009 no parecía agravarse más la situación: incluso en marzo se logró la creación de 3,600 puestos, cierto un dato muy menor, pero que rompía la trayectoria de pérdidas constantes.
Sin embargo, en abril se reinició la pérdida de empleo (31 mil puestos) y si bien es cierto que el efecto estacional de Semana Santa explicaba parte del