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Mientras el IGAE (Indicador Global de Actividad Económica) mantiene tasas de crecimiento positivas desde abril de 2002 y hasta acelera su crecimiento a finales de 2003, el empleo formal comienza a registrar tasas de crecimiento positivas solamente a partir de febrero de 2004. Al tiempo que esto sucede, se va creando una corriente laboral cada vez más amplia basada en el empleo informal. Se trata de empleos de baja calidad y remuneraciones, lo que proporciona una base poco sólida para una expansión vigorosa. Esta debilidad subyacente en el mercado interno necesariamente inhibe una mayor colocación de crédito, ya que, a fin de cuentas, las empresas basan su demanda crediticia en las expectativas de crecimiento de sus ventas.
Un factor positivo es que, al igual que el año pasado, el petróleo volvió a jugar a favor de los ingresos extraordinarios para el sector público, además de contribuir con el balance comercial. La situación internacional contribuye a mantener los precios del petróleo en niveles altos1, mucho más allá de lo que las previsiones presupuestales indicaban (casi 9 dólares más por barril en el primer semestre de 2004). Esa contribución a los ingresos públicos es bienvenida, pues implica recursos fiscales adicionales en momentos en que la economía interna no los genera, pero también retrasa el sentido de urgencia que deben tener las reformas. Se requiere un arreglo fiscal que fortalezca estructuralmente las finanzas públicas y reduzca la dependencia de eventos fortuitos.
En materia de inflación los logros se ubican en el umbral superior de la meta oficial. Sin converger plenamente a la meta que la autoridad monetaria se ha planteado (3%) y con ciertas presiones subyacentes, la inflación no constituye un problema central al momento de escribir este documento, aunque con una insistencia creciente se señala el virtual incumplimiento de la meta oficial. Se trata de un incumplimiento marginal, también hay que señalarlo. Paradójicamente, se podría tornar en materia de preocupación si un mayor ritmo de crecimiento proporcionara margen de maniobra para que algunos sectores trataran de ajustar sus precios, pero lo cierto es que el modesto avance de la demanda ha contribuido a mantener controladas diversas presiones inflacionarias.
Salvo ocasionales fluctuaciones derivadas de la flexibilidad cambiaria seguida, la paridad con el dólar se ha mantenido en ascenso desde mediados de 2002. Alcanza su máximo de deslizamiento en tasa anual a principios de 2003 con casi 19%, pero a partir de ahí se ha ido moderando y en los últimos 12 meses su variación anual es 7.1%, menos de la mitad de la que tenía en aquel momento. Hasta ahora, los movimientos cambiarios no han afectado de manera significativa a la inflación. Dado que la recuperación todavía no es vigorosa, se frena casi cualquier intento de alza de precios, en consecuencia, el movimiento cambiario se
1 Aunque reconocemos el riesgo de impacto negativo sobre el crecimiento y las expectativas inflacionarias -con el consecuente incremento de tasas de interés- lo que puede conformar un escenario poco favorable para una expansión prolongada y vigorosa de la economía mundial a la que hoy en día nos encontramos tan ligados.
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