76 Convención Bancaria | Redefiniendo las oportunidades de crecimiento en México

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Versión estenográfica Acapulco, Gro., 25 de abril de 2013

AGUSTÍN CARTENS CARTENS
Gobernador del Banco de México

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Señor Subsecretario de Hacienda y Crédito Público, doctor Fernando Aportela Rodríguez;

Señor Presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, maestro Jaime González Aguadé;

Señor Presidente de la Asociación de Bancos de México, licenciado Jaime Ruiz Sacristán;

Señor Presidente Electo de la ABM, licenciado Javier Arrigunaga Gómez del Campo;

Líderes y organizaciones empresariales y gremiales;

Señoras y señores:

Muy buenas tardes tengan todos ustedes. Como en ocasiones anteriores, es para mí un privilegio tener la oportunidad de dirigir algunas palabras a tan distinguida audiencia.

El día de hoy me gustaría compartir con ustedes algunas reflexiones en torno al notable progreso institucional que hemos alcanzado en la conducción de la política macroeconómica en México, signo de dicho progreso es el gran cambio estructural en el control de la inflación, que se ha conseguido a lo largo de los últimos años.

Además, es pertinente reconocer que continuamos enfrentando un entorno externo muy complicado: la crisis que inició en 2008 en el Sistema Financiero de los Estados Unidos, y que rápidamente se propagó a otras latitudes, ha llevado mucho más tiempo del que se anticipaba para su resolución; por lo que a los países avanzados se les ha ido agotando los grados de libertad para adoptar políticas contracíclicas.

De ahí que haya recaído sobre la política monetaria mitigar las presiones recesivas sobre la economía y abrir una ventana de tiempo para que se puedan implementar las reformas estructurales que efectivamente tengan el potencial de acelerar el crecimiento económico.

Los países emergentes, entre ellos México, superaron rápidamente el impacto inicial de la crisis, gracias a su fortaleza macroeconómica, pero más recientemente hemos resentido la desaceleración económica mundial y las externalidades de las políticas monetarias no convencionales de los países avanzados.

Por tanto, es de suma importancia analizar el impacto que podría tener sobre el País la prolongación de las políticas monetarias extremadamente laxas en los países avanzados.

Esta temática la desarrollaré en la segunda parte de mi intervención.

La conducción de la política macroeconómica en México se sustenta en cuatro pilares: la política fiscal, la política monetaria, el régimen cambiario y la regulación y supervisión financiera.

Se trata de cuatro pilares congruentes entre sí, y cuyo objetivo es conformar una plataforma sólida y estable para el crecimiento económico y el bienestar de la población.

En primer término, el manejo prudente y responsable de la política fiscal ha permitido erradicar los abultados y persistentes desbalances en las finanzas públicas que nuestro País padeció en el pasado.

Como resultado de la disciplina fiscal, la deuda del sector público, como proporción del PIB, se ha mantenido baja y ha mejorado su perfil considerablemente.

Entre las medidas que se tomaron en los últimos años, destaca la entrada en vigor de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria en marzo de 2006, que establece, entre otras normas, una Regla de Presupuesto balanceado; asimismo, también sobresalen las Reformas Tributarias de 2008 y 2010, que contribuyeron a fortalecer todavía más la posición fiscal de nuestro país, junto con el hecho de que, después de que se usó en este último año el espacio para tener desviaciones moderadas, el equilibrio fiscal por razones temporales, el actual Gobierno retornó a un proyecto de balance fiscal para 2013.

Todo lo anterior, ha reducido significativamente la vulnerabilidad de las finanzas públicas en México, y ha mejorado su posición relativa en la economía global.

En segundo término, en lo referente a la política monetaria, desde 1993 México cuenta con un Banco Central Autónomo, que de acuerdo a la Constitución tiene como objetivo prioritario procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional.

El elemento fundamental de la autonomía es mantener la separación entre las políticas fiscal y monetaria, a través de prohibir el financiamiento de los desbalances fiscales mediante primaria.

En ese marco de autonomía desde 2001, el Banco de México adoptó un régimen de objetivos de inflación para la conducción de la política monetaria.

El esfuerzo por fortalecer dicho esquema ha sido permanente. Así, por ejemplo, en 2011 se empezaron a publicar las minutas sobre las reuniones de decisión de política monetaria, lo cual ha mejorado aún más la transparencia y la comunicación del Instituto Central, claves para anclar las expectativas de inflación tanto entre los participantes en los mercados, como entre el público en general.

El ordenamiento de las finanzas públicas y la política monetaria adoptada por el Instituto emisor ha dado por resultado un abatimiento significativo de la inflación llegando ésta a niveles bajos y estables que en los últimos años ha fluctuado entre 3 y 4 por ciento por lo general.

En tercer lugar, respecto de la política cambiaria, desde mediados de los años 90 México ha mantenido un régimen de tipo de cambio flexible. El régimen de flotación ha sido un elemento fundamental para la política macroeconómica, ya que ha funcionado como mecanismo amortiguador de los choques externos que ha experimentado la economía de México.

En este sentido, la depreciación que tuvo el tipo de cambio real después de la crisis que se inició en 2008 indujo un rápido crecimiento de las exportaciones y el repunte de nuestro crecimiento económico.

Es de notarse que entre las monedas de los países emergentes el peso ha logrado mantener por mayor tiempo su depreciación real desde 2008, en buena medida debido a la apropiada mezcla de política fiscal y monetaria que hemos seguido.

El cuarto gran pilar de la estabilidad macroeconómica de la cual goza México es un sistema financiero sano y bien capitalizado, a ello ha contribuido una adecuada regulación y supervisión financiera.

En este sentido, cabe señalar –como ya lo dijo el Subsecretario Aportela- que México ha avanzado de manera notable en la adopción de las disposiciones referentes a Basilea III.

Asimismo, nuestro país cuenta al igual que otras naciones, con un Consejo de Estabilidad del Sistema Financiero, en el cual participan diversas autoridades, entre ellas el Banco de México y la Secretaría de Hacienda, y que tiene como propósito detectar de manera oportuna posibles vulnerabilidades entre el sistema financiero, así como la elaboración de recomendaciones para hacerles frente.

Todo lo anterior, ha contribuido a que México sea uno de los pocos países que cuente con un sistema bancario sano y bien capitalizado con la capacidad de contribuir al crecimiento económico con bases regulatorias sólidas.

Gracias a todo lo anterior la economía mexicana disfruta de un ambiente de estabilidad y certidumbre dentro del cual sobresale el control que se ha logrado sobre la inflación. El resultado ha sido una reducción más que significativa en el nivel, la volatilidad y la persistencia de la inflación en México.

Para ilustrar el avance estructural logrado en esta materia, cabe señalar que hemos conseguido reducir la inflación general de niveles por arriba de 100 por ciento en algunos años en la década de los 80’s, a niveles cercanos a 3 por ciento en la actualidad.

De esta manera, desde hace más de 10 años la inflación ha venido fluctuando de manera ordenada alrededor de un nivel, que es el más bajo, desde que se calcula el Índice Nacional de Precios al Consumidor. Asimismo, el grado de persistencia de la inflación ha disminuido.

En términos generales, se dice que una inflación es persistente cuando las perturbaciones que le afectan, como las variaciones en ciertos precios relativos, por ejemplo, de algunos productos agropecuarios, tienen un impacto prolongado.

Por el contrario, si tales choques tienen tan sólo un efecto transitorio sobre la inflación, ésta es calificada como no persistente.

Esta menor persistencia se ha reflejado en un menor efecto de traspaso de variaciones, tanto del tipo de cambio como de los precios de los bienes agropecuarios a la inflación.

En la evidencia presentada destaca que en el pasado la tasa de inflación general guardaba una correlación muy estrecha con las variaciones del tipo de cambio y de los precios agropecuarios, mientras que más recientemente dicha correlación se ha reducido sustancialmente.

Como consecuencia de los resultados favorables en materia de combate a la inflación, la política monetaria en México ha gozado de un alto grado de credibilidad. Ello ha permitido anclar las expectativas de inflación de los agentes económicos dentro del intervalo de variabilidad, definido por el Banco de México, y cerca del objetivo permanente de inflación.

De esta manera, se genera un círculo virtuoso, ya que los esfuerzos por consolidar la estabilidad de precios, retroalimentan una evolución favorable de las expectativas de inflación, y viceversa.

Así se han reducido las primas por riesgo inflacionario en nuestro país, por lo que se ha traducido en menores tasas de interés.

Esta reducción ha sido sustancial. De hecho, las tasas actuales a prácticamente cualquier plazo, se encuentran en niveles históricamente bajos.

Además, el abatimiento sostenido y creíble de la inflación no sólo se ha manifestado en reducciones en las tasas de interés, sino también en una ampliación de los plazos a los que se hacen transacciones financieras en el país.

Desde hace ya varios años contamos con una curva de rendimientos y títulos gubernamentales que llega a 30 años, cuando en 1995 el plazo máximo era de escasos seis meses.

Lo anterior deja claro que mantener la inflación a niveles bajos y estables, no es un objetivo en sí mismo, es un medio para conquistar objetivos más altos.

Las bajas tasas de interés resultantes redundan en una mayor inversión, mayor creación de empleos y un abatimiento más rápido de la pobreza.

De ahí que sea importante que los intermediarios que participan en el canal crediticio de transmisión de la política monetaria, notoriamente los bancos comerciales, estén listos para aprovechar las condiciones tan favorables que prevalecen en tasas de interés.

Por supuesto otra finalidad de mantener baja la inflación es evitar el impuesto más regresivo, pues es bien sabido que altas tasas de inflación erosionan, en primer lugar, el salario de los trabajadores y el ingreso de los pensionados.

Esto confirma que los beneficios de la estabilidad de precios son muchos y muy variados.

Así la decisión de la Junta de Gobierno del Banco de México en marzo pasado de reducir en 50 puntos base el objetivo para la tasa de interés interbancaria, debe interpretarse como un reconocimiento a los logros estructurales que se han alcanzado en materia de control de la inflación.

En este contexto, es importante y oportuno mencionar el reciente aumento que se ha observado en la inflación en marzo y en la primera quincena de abril.

En efecto, la inflación general anual recientemente se ubicó por encima de 4 por ciento y se espera que se mantenga en niveles similares en los próximos dos meses, para posteriormente a partir de junio retomar una trayectoria descendente.

Cabe señalar que el repunte actual previsto en su momento por Banco de México, obedece a perturbaciones de ofertas asociadas a factores climáticos y fitosanitarios, aumentos en las tarifas del transporte público, así como a una base de comparación baja en los precios de frutas y verduras.

Dada la naturaleza y los factores que han provocado este repunte en la inflación se considera que este episodio de cambios e impresos relativos no afectará el proceso de convergencia de la inflación hacia la meta permanente que nos hemos trazado.

De hecho en el horizonte en que la política monetaria tiene un impacto en economía, unos 18 meses, es de esperar que la inflación general se ubique cerca del 3 por ciento. Asimismo, cabe señalar que a pesar de los choques que han incidido sobre la inflación general, la inflación subyacente que en buena medida refleja la tendencia de mediano plazo de la inflación, se ha comportado de manera muy favorable.

Durante el primer trimestre del año se ubicó en promedio por debajo del 3 por ciento y lo más probable es que para el resto del 2003, para 2014 se mantenga cerca o incluso por debajo de dicho nivel.

Vale la pena resaltar el comportamiento diferenciado que ha tenido la inflación subyacente y la no subyacente. La primera registra la variación de los precios de 77 por ciento de la canasta que se utiliza de referencia en el INPC y está comprendida fundamentalmente de alimentos procesados: tabaco, alcohol, mercancías no alimentarias y servicios.

Los precios de esta colección de mercancías y servicios se determinan fundamentalmente por las fuerzas del mercado y tienen la capacidad de responder con ciertos rezagos a las medidas de política monetaria que adopte el Banco de México.

La canasta de productos cuyos precios se utilizan para calcular la inflación no subyacente son los agropecuarios y los servicios y mercancías, cuyos precios son determinados por autoridades federales o de otro orden de gobierno, razón por la cual no responden a las acciones de política monetaria.

En los últimos años el principal factor que ha impedido, que es el cáncer de manera durable, la meta permanente inflación general del 3 por ciento, es la gran volatilidad registrada por la inflación no subyacente.

Lo anterior no obsta para que la Junta de Gobierno del Banco de México se mantenga atenta como siempre lo ha hecho al comportamiento de todos los determinantes en la inflación, así como de la evolución de sus perspectivas; ello, con el propósito de vigilar que efectivamente no se contamina el proceso de formación de precios y salarios en la economía, y se converja gradualmente al objetivo permanente de la inflación de 3 por ciento.

Procedo ahora a comentar algunos de los desafíos que la coyuntura internacional plantea a la política macroeconómica de nuestro país.

Como sabemos en los últimos años el entorno internacional ha sido muy complicado. Diversas economías avanzadas han enfrenado la peor crisis económica desde la época de la gran depresión.

En respuesta a la crisis los bancos centrales de estas economías han adoptado políticas monetarias sumamente acomodaticias, llevando sus tasas de interés de referencia a niveles cercanos a cero desde finales de 2008.

En adición a lo anterior, en algunas de estas economías se han adoptado diversas acciones de política monetaria no convencionales, con la finalidad de proporcionar un mayor estímulo monetario.

Esta gran laxitud de la política monetaria a nivel mundial ha contribuido a generar un entorno de tasas de interés excepcionalmente bajas en las economías avanzadas.

Si bien cabe señalar que en el futuro inmediato no se contempla un retiro del estímulo monetario en dichas economías, ya que el crecimiento económico mundial continúa siendo débil y dependiente del mencionado estímulo, este escenario no puede considerase en modo alguno como permanente.

Por eso el entorno de tasas de interés muy bajas no perdurará de forma indefinida, y eventualmente las economías avanzadas tendrán que normalizar las condiciones monetarias. Ello puede tener importantes repercusiones para el resto del mundo, por lo que es oportuno discutir este tema desde la perspectiva de una economía emergente, como la mexicana.

Las políticas monetarias acomodaticias en los países avanzados han tenido el propósito de estabilizar los mercados financieros y apoyar la actividad económica.

En el caso de nuestro principal socio comercial, Estados Unidos, ambos propósitos se están consiguiendo, lo cual ha traído beneficios a nuestro país.

Considerando el elevado grado de integración comercial y financiera entre las economías de México y de Estado Unidos, un mayor dinamismo económico en ésta última, sin duda, ha tenido un impacto favorable sobre nuestra economía.

En adición a lo anterior, el entorno de tasas de interés excepcionalmente bajas en economías avanzadas, también ha contribuido un episodio de importantes flujos de capital, las economías emergentes, del cual no se ha escapado México.

En términos generales, las entradas de capital proporcionan importantes beneficios para las economías receptoras. Por ejemplo, complementan el ahorro doméstico con recursos provenientes del exterior, lo que permite financiar tasas más elevadas de inversión.

No obstante, también hay ciertos desafíos asociados con dichos flujos, principalmente cuando éstos se dan en un ambiente de elevada volatilidad y de gran velocidad.

En particular, las entradas de capitales tienden a generar presiones hacia la depreciación de la moneda nacional. En el caso de México, la depreciación cambiaria hasta la fecha ha sido congruente con la fortaleza que muestra la economía nacional, al reflejar los diferenciales de tasas de crecimiento económico, así como de las posturas de política monetaria, entre México y nuestros principales socios comerciales.

Sin embargo, la volatilidad que se ha observado en los flujos de capital, puede propiciar una sobrerreacción del tipo de cambio, que debe ser monitoreada cautelosamente por la autoridad.

En adición a su impacto sobre el tipo de cambio, los flujos financieros internacionales, a los que he hecho referencia, también pueden propiciar aumentos excesivos en los precios de los activos domésticos y expansiones desmedidas del crédito, lo que suele desembocar en la formación de desbalances financieros.

Asimismo, existe el riesgo de que ante un eventual retiro del estímulo monetario, se produzca una reversión en los flujos de capital que, en principio, puede tener importantes consecuencias sobre la estabilidad financiera y sobre la actividad económica.

Es importante enfatizar que dada la fortaleza del marco institucional de la política macroeconómica en México, hoy en día la economía nacional se encuentra en buenas condiciones para hacer frente a un escenario como el descrito.

En efecto, considerando la mejoría en los fundamentos económicos en nuestro país, la notable resistencia que ha mostrado la economía mexicana ante los choques que ha padecido recientemente y el énfasis permanente de las autoridades de identificar vulnerabilidades y reforzar la regulación y la supervisión financiera, es posible argumentar que actualmente prevalece un entorno de confianza sobre nuestra economía.

Además contamos con un nivel históricamente alto de reservas internacionales junto con la línea de crédito flexible del Fondo Monetario Internacional, recursos que serían en su caso sumamente útiles para enfrentar alguna contingencia.

Sin embargo, no podemos ser complacientes. La coyuntura internacional nos impone problemas que no debemos subestimar. La normalización de las condiciones monetarias en economías avanzadas puede tener repercusiones importantes para la economía mundial y, por consiguiente, para nuestra economía, en particular puede propiciar una reasignación masiva de inversiones a nivel global y dar lugar a una reversión súbita de los flujos de capital que han llegado a las economías emergentes.

En términos generales, es previsible que las economías con fundamentos sólidos se vean relativamente menos afectadas por los fenómenos potenciales descritos que aquellas que tienen una posición relativamente más comprometida.

En este escenario continuar fortaleciendo el ambiente de confianza en la economía mexicana es un imperativo. Es por ello que el esfuerzo por seguir mejorando el marco institucional para la política macroeconómica en nuestro país debe ser permanente.

Asimismo, debemos avanzar todavía más en el proceso de reformas estructurales para que nuestra economía sea cada vez más competitiva. Ello ha rendido frutos en el pasado y es de esperar que lo haga en el futuro.

Muchas gracias.

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