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Versión estenográfica Acapulco, Gro., 23 de abril de 2010.

Conferencia para acompañantes
Dr. Jesús Silva-Herzog Márquez

- MODERADORA: Él es licenciado en Derecho por la Universidad Nacional; tiene una maestría en Ciencia Política por la Universidad de Columbia, en Nueva York. Actualmente es profesor de tiempo completo del Departamento de Derecho del Instituto Tecnológico Autónomo de México.

Ha sido investigador invitado en la Universidad de Georgetown y del Woodrow Wilson Center for International Scholars.

Entre sus publicaciones destacan en ensayo “Esferas de la Democracia”, publicado por el IFE en 1996; “El Antiguo Régimen y la Transición en México” “Andar y Ver” “El Equilibrista” y “La Idiotez de lo Perfecto” Colabora regularmente en el Diario Reforma de la Ciudad de México y en otros Diarios del Interior de la República, y conduce el Programa de Debate Político “Entre tres”, transmitido por TV-Azteca.

El día de hoy nos va a dar una plática muy interesante, que son claves para el Desarrollo Político de México. Jesús, te agradecemos muchísimo.

Al final habrá un pequeño breve tiempo para todas las preguntas o comentarios que quieran ustedes hacer, para que lleguemos con tiempo a las 12:25 para ir a las 12:30 a la Conferencia de William Clinton.

Jesús, muchísimas gracias. Te dejamos.

Dr. Jesús Silva-Herzog

- DR. JESÚS SILVA-HERZOG MÁRQUEZ: Muy buenos días. Muchísimas gracias. Me da mucho gusto estar con ustedes y les aprecio que estén en este Salón y que se puedan evitar aquel evento que está ahorita con los Senadores.

Yo lo que quisiera compartir con ustedes es alguna serie de comentarios por el hecho de que creo que sí vale la pena pensar en México en este momento que estamos atravesando, que estamos cursando una fecha, que me parece que es una gran oportunidad para salir de lo inmediato, de lo que nos está rodeando constantemente de esta información múltiple por todos los lados, que muchas veces dificulta mucho la comprensión el hecho de que tengamos tantísima información, que sea tan constante a veces dificulta que comprendamos qué es lo que está sucediendo.

Y me parece que el 2010 tiene la gran oportunidad de permitirnos a nosotros tratar de salir de lo inmediato, pero también de salir de lo que está frecuentemente tan enfocado, tan etiquetado, que lo que vemos nosotros del país está siempre en un casillero de la política, de la economía, de la Banca, etcétera.

Y una fecha como ésta, como el 2010, me parece que nos ofrece la oportunidad de pensar en el país, nos ofrece la oportunidad, creo que nos plantea incluso la exigencia de pensar en México, más allá de esos cajones tan limitantes.

Y yo creo que en este momento si pensamos nosotros en México, estamos obligados a pensar en el hecho de que el país tiene una realidad distinta por el hecho de haber completado un cambio muy importante en los últimos 10 ó 15 años, que es transformar la naturaleza de su estructura política.

México vivió en los últimos 15 años un cambio, que es realmente muy importante, el México que en una organización como ésta se pudiera haber visto hace 15 años es radicalmente distinto. El México en donde había un Presidente que podía manejar prácticamente todos los hilos de la política, que podía mover el volante y el país completo, se iba en otra dirección, el país en donde había una persona que podía tronar los dedos y decir: “A partir de hoy los Bancos son del Estado”, o que podía tronar los dedos y decir: “A partir de hoy los Bancos son particulares”

Ese país ya no existe, y me parece que hay mucho que celebrar de un país que ya no tiene dueño, que ya no tiene un piloto exclusivo que puede decidir qué es lo que hace y qué es lo que se deshace de la sociedad. Pero eso implica muchas cosas, eso implica reconocer la enorme cantidad de exigencias que tienen que ir aparejados con un Sistema en donde no hay dueño, en donde no hay un conductor.

Y me parece que en ese sentido hay dos elementos, que si nosotros vemos el país en un plazo más amplio que el que es el que nos marcan los dos Siglos de historia mexicana, de 1810 a lo que está pasando en este momento, me parece que habría dos claves que tendríamos que ubicar como las claves centrales de la historia mexicana, que me parece que necesitan un replanteamiento radical en este momento, y que creo que no nos estamos atreviendo a pensar seriamente.

El primero de los elementos es el tema de la identidad de México, y el segundo tema, me parece que es el tema del movimiento de México. Es decir, si nosotros pensamos en los últimos 100 años de historia mexicana, me parece que podemos ubicar la historia mexicana como una historia que ha estado de alguna manera embrujada por una pregunta, que es una pregunta que nos ha estado cercando el horizonte de la imaginación, que es la pregunta de “¿Quién somos?”

La pregunta de la identidad, es decir, la pregunta que se hicieron quizá las grandes inteligencias mexicanas del Siglo XX, empezando por el gran milagro del Siglo XX, que fue Octavio Paz, que tuvo como una de sus preguntas centrales en su obra más importante, esa pregunta de “¿Qué es esto del mexicano?” “¿Cuáles son los mitos que hay detrás del mexicano?” “¿Cuál es el sentido simbólico de su historia, el sentido simbólico de su geografía?” “¿Qué es lo que nos están diciendo todos los jeroglíficos de la naturaleza, de la cultura?” Con la búsqueda de resolver esa pregunta de ¿quién es el mexicano? ¿Qué somos nosotros los mexicanos? Y a eso se dedicó buena parte de la inteligencia y a eso en algún sentido se dedicó a servir la estructura política cuando se llegaron a identificar los grandes símbolos de la identidad mexicana.

Y en ese aspecto, la historia de México en el Siglo XX fue la historia de un país, decía otro creador, José Luis Cuevas, que se encerró en una cortina, en una cortina de nopal, en donde pensábamos nosotros que teníamos que encerrarnos, porque el exterior era peligroso, en donde los que estaban afuera estaban amenazando una identidad nacional, que era una identidad muy vulnerable, que era muy delicada, que tenía una serie de historias de fracasos y de victimización, que tenían que obligarnos a defendernos de lo que estaba afuera.

Pero era en ese sentido una historia marcada por una pregunta, que me parece que no se puede llegar a resolver satisfactoriamente, que es la pregunta de la identidad, la pregunta de quiénes somos, porque en el momento en que se pretende resolver esa pregunta, en el momento en que nosotros ya encontramos una serie de respuestas a esa pregunta, lo que tratamos de hacer es de estructurar todas las protecciones para que esa identidad sea una identidad sagrada, que no se toque ni con el pétalo de una rosa esa identidad.

Y de alguna manera eso es lo que está cargando el país, en donde con mucha frecuencia lo que pensamos nosotros es que las únicas soluciones que podemos dar a nuestros problemas tienen que ser soluciones y respuestas que tengan que ver con nuestra propia identidad; es decir, que hay una gran perspectiva profundamente conservadora para enfrentar nuestros cambios.

Y en este conservadurismo no me parece que haya diferencia entre los conservadurismos de la izquierda y los conservadurismos de la derecha, en donde tan conservadora puede ser la izquierda mexicana, tan aferrada a sus dogmas, a sus santos, a sus osarios está la izquierda mexicana, como la derecha mexicana, porque la clave para entender nuestras respuestas está marcada, está enclavada en la idea de una identidad en riesgo.

Si hay un poema nacional en México, seguramente es el poema de la suave patria, de Ramón López, y a mí me parece que tiene al final de ese poema una línea que es una especie de encantamiento sobre México, que es la petición de que México sea fiel a su espejo diario. “México sé siempre fiel a tu espejo diario” Es esa una buena receta para México.

Me parece que esa es la receta frecuentemente que estamos escuchando de la estructura política, en donde si pensamos nosotros en un cambio, por ejemplo, de la industria petrolera, si estamos pensando, por ejemplo, en esa vaca sagrada, que es Petróleos Mexicanos, la manera de encarar una discusión de ese tipo, con frecuencia no es ver lo que es más sensato, lo que nos enseñan las experiencias internacionales, los ejemplos que podemos nosotros ver en otras Industrias, lo que nos pueden enseñar, por ejemplo, los brasileños, aunque esta clave al Presidente Calderón le parezca terrible esta comparación con Brasil.

Pero la pregunta es frecuentemente si estamos nosotros siendo leales a nuestros muertos; la pregunta es si nosotros estamos actuando aquí de acuerdo a nuestra historia, y en ese sentido la izquierda mexicana, que en algún sentido debería ser la promotora del cambio, parece ser que es la que está más aferrada a esa cultura de venerar a los muertos.

Yo creo, en ese sentido, que el problema de la identidad mexicana, el problema de seguir pensando, de seguir estando atrapados por el pasado mexicano, es uno de los grandes lastres del presente nuestro.

Desde luego que no se trata solamente de una telaraña que tenemos nosotros en la cabeza, desde luego que no es simplemente un asunto que tenga que ver con la mitología, que tenga que ver con el discurso, que tenga que ver con pleitos en los periódicos o en los libros, sino que tiene que ver concretamente con ganadores que han logrado usar la máscara de la identidad y que han logrado vestirse de ese prestigio de los muertos para impedir que sus intereses sean tocados y sean afectados.

Si pensamos nosotros en la discusión petrolera en México, si alguien viene de fuera no entiende cómo es posible que un país como México esté aferrado a esos asuntos, y seguramente las respuestas de quienes se aferran a esa estructura arcaica de un monopolio estatal, en donde no hay ningún elemento de competencia, en donde no hay ningún elemento de racionalidad económica en esa explotación, seguramente la explicación que se da: “Bueno, es que México tiene una historia única” “Es que México tiene una historia excepcional” Y en ese sentido, nosotros debemos ser leales a esa historia.

Yo creo, en ese sentido, que si México tiene un cambio vital qué hacer es en su relación con el pasado, en donde debemos aceptar que el futuro mexicano, que el Siglo XXI mexicano tiene muy poco que aprender de su pasado, tiene muy poco que aprender de las experiencias anteriores, y en ese sentido lo que tendríamos que asumir es una plataforma de contemporaneidad con el mundo, que México sea contemporáneo del resto de los países, me parece que es una plataforma que deberíamos abrazar, pero que ningún actor político plenamente puede abrazar sin vergüenzas.

Si algo se nos atoró gravemente a fines de los años 80’s, con el desenlace del Gobierno de Carlos Salinas, es que se desprestigio severamente en México la idea de la modernidad, que la idea de pensar en México, en la clave de buscar la modernidad, de impulsar cambios que pongan al país en una clave de modernidad y de contemporaneidad, por ejemplo, con sus vecinos del Norte, se desprestigió a tal punto que parece que nadie está diciendo que la apuesta debe ser justamente esa, la apuesta de modernidad.

Y en ese aspecto, pensar en la política mexicana, pensar en la acción política mexicana sin la idea de que debamos ser fieles a ese espejo diario, sino que debamos ser fieles a la realidad mexicana, a los objetivos y a las necesidades del país en este momento sin tener que rendirle tributo a los fantasmas de nuestra historia.

En materia política, por ejemplo, es curioso que una de las razones por las que algunos se oponen a que haya reelección en el Congreso, es porque eso sería una traición a la historia, que eso sería una idea de que cómo es posible que en año de 2010 pensemos en la reelección de los Legisladores, cuando en 1910 se inició una Revolución en contra de este procedimiento.

En primer lugar, suele ser una mala lectura de la historia, porque no tenía nada que ver la bandera maderista con la reelección en el Congreso, sino con la del Presidente, pero a fin de cuentas por qué debemos ser nosotros fieles a los muertos. Si algo le da sentido a las causas históricas es justamente que esas personas fueron fieles a su presente y no trataron de cuidar las tradiciones previas.

Creo que hay otro elemento, si hay un ingrediente que tiene que ver con esta trampa de la identidad, con esta trampa profundamente conservadora de proteger y de cuidar las tradiciones, hay otra trampa, que es la trampa de la maquinaria política y del movimiento de nuestra vida política.

¿Qué es lo que hemos visto nosotros en los últimos años desde 1997? Una enorme dificultad para movernos. Desde 1997 en el momento en que el PRI, que todavía tenía el control de la Presidencia, en el momento en que el Presidente ya no tiene la llave para mover al Congreso a voluntad, el país se ha detenido en buena medida, el impulso de sus Reformas se a alentado, y con mucha frecuencia entendemos que hay una gran frustración, porque el país no se mueve con la celeridad que merece.

Y en ese sentido, me parece que tenemos que ver el dilema concreto mexicano, que es este país que parece paralizado, esta política que parece muy capaz de decir que no para poner un veto, para poner trabas a las decisiones políticas; necesita una escapatoria veloz para ponerse a tiempo y para impulsar con velocidad una serie de cambios.

Pero yo creo que eso se tiene que ver nuevamente con la perspectiva histórica, y la perspectiva histórica lo que nos puede advertir es que el país ha tenido una especie de movimiento pendular en este espacio de la maquinaria del Gobierno, en este mecanismo de movimiento de las decisiones políticas.

Hemos padecido dos tipos de excesos en el país: el primer exceso ha sido el exceso con el que nace México, que es el exceso del desorden, la carga de la anarquía con la que nació México y durante la cual, en buena parte del Siglo XX, el país tenía una inestabilidad política desastrosa, con una inestabilidad de los Gobiernos, con una incapacidad de poner en marcha un proyecto político específico no solamente con cambios en las Presidencias todo el tiempo, sino también con experimentos constitucionales todo el tiempo para ver si somos federalistas, si somos centralistas, si llamamos a un emperador, si traemos al emperador nuestro; en fin, con grandes experimentos muy traumáticos, en donde no pudo construirse un orden político.

El orden político se construyó a través de la dictadura, se construyó a través de un mecanismo no democrático, con una gran centralización política sin competencia electoral, con muy limitadas libertades de crítica, con muy restringidos espacios de la libertad de expresión.

La Revolución Mexicana de alguna manera repite esta historia, y tenemos nosotros un periodo de cerca de 20 años de una enorme inestabilidad que terminan con la construcción de un aparato político, de gran centralización, de gran eficacia política que logra el orden, pero también a costa de las libertades, también a costa de la competencia, también a costa de la edificación de advertencias, de frenos, que impidan la arbitrariedad.

Y esa fue la estructura política priísta, que fue una estructura que podemos nosotros reconocer que fue muy eficaz, que estableció un orden político, que le dio paz al país en un Continente en donde había asonadas, revueltas, insurgencias constantemente en nuestro vecindario hacia el Sur.

Pero desde luego que tuvo un costo, que fue el costo de que no hubiera una competencia y, sobre todo, que no hubiera esos semáforos, esa señalización de advertencia de señales de alarma, de prohibiciones, de cosas que no se pueden hacer o que pueden hacerse solamente a través de ciertos procedimientos.

Y por eso me parece que muchas de las cosas que padecimos nosotros al final del régimen priísta tienen que ver con un Sistema que no tiene cautelas, un Sistema que no tiene resguardos y que no fue capaz de establecer mecanismos para decirle al Presidente: “Esto no se vale” “Esto no se puede hacer” “O si quieres hacer esto, tienes que hacer todos estos caminitos para logarlo” La arbitrariedad tuvo en México durante la segunda mitad del Siglo XX, un camino muy despejado.

Este es otro de los temas cruciales de la política mexicana en este momento: “¿Cómo le hacemos para salir del atasco político?” Y esta es una de las discusiones en las que estamos metidos en el país y en donde --no sé si alguien venga de la Conferencia inicial-- está un poco del debate de cómo le hacemos para zafarnos de este nudo, y yo creo que ahí hay dos opciones: una, me pace que es una pista atractiva, pero tramposa, y otra que me parece que es más prudente.

La respuesta atractiva y tramposa es, desde mi perspectiva, la idea tentadora de reconstruir un Presidente muy fuerte en el país. ¿Cómo le hacemos para cambiar las tuercas, para mover las Instituciones, el mecanismo del voto? ¿Cómo le hacemos para rearmar el Congreso, de tal suerte que el próximo Presidente tenga un músculo tan fuerte como para poder decir que el país va hacia allá, y que tenga, por lo tanto, una mayoría, que sea una mayoría suya? ¿Cómo le hacemos para que el próximo Presidente --pónganle ustedes el nombre o el peinado que se les ocurra-- tenga la capacidad de impulsar las Reformas necesarias para el país?

Y en ese sentido, se dice: “Bueno, hay que hacer un mecanismo que tenga una segunda vuelta, hay que castigar a los Partidos chiquitos, que solamente medrando con el poder, y hay que hacer que si tú eres el Partido más grande, hay que premiarte con una serie de reglas, que si tú eres el Partido que más votos tiene, te obsequiamos una mayoría para que tenga la capacidad de tener una dirección clara el Congreso y ya no tengamos nosotros esta situación tan vaporosa, tan compleja, en donde no sabemos quién gobierna, en donde no sabemos a quien le echamos la culpa, por ejemplo, de la subida de impuestos reciente. ¿Quién es el culpable o quién es el responsable, a quién le echamos la culpa o a quién le damos las gracias, al Presidente, al PAN, al PRI, a quién?

Y en ese sentido, me parece que hay una propuesta. Hoy por la mañana es la propuesta que abraza, por ejemplo, Héctor Aguilar Camín, que la ha respaldado Jorge Castañeda, y que es en buena medida, creo, la propuesta del Presidente Calderón. Démosle al Presidente los mecanismos para que tenga no solamente la Casa Presidencial, sino que tenga un puente con una gran fortaleza dentro del Congreso, y que para que las Reformas que tenga en pista las pueda empujar.

Esa es una buena idea. A mí me parece que es una idea muy riesgosa. Me parece una idea que es muy riesgosa, porque creo que la experiencia debería aconsejarnos que lo que necesitamos construir es capacidad de gobernar, pero una capacidad de gobernar que tenga, por una parte, un reflejo, una base con las simpatías auténticas de la sociedad mexicana, y que por el otro lado sí tenga mecanismos de advertencia y de control político.

Yo creo que, en este sentido, sí tenemos nosotros que aceptar que la negociación es indispensable y que el camino de los regímenes democráticos necesariamente pasa por este esfuerzo complicado, azaroso, difícil de negociar con otros.

Me parece que la idea de la conformación, del obsequio de una mayoría al Presidente de la República, por el otro lado, me parece que no se hace cargo de en dónde están los problemas, dónde están los verdaderos obstáculos para el país.

Si nosotros imaginamos en este momento al PRI regresando a la Presidencia de la República, cosa que sería no solamente posible, hoy sería probable que el PRI regresara a la Presidencia de la República, y tuviera la mayoría en el Congreso, nosotros creemos que en ese momento estaría despejado el camino de las Reformas para el país, ¿qué no hay, por otro lado, que no está en el edificio del Congreso, una serie de poderes con enorme capacidad de influencia, de intimidación, de presión para bloquear esos intereses?

Los problemas en buena medida de nuestra política no están en el Congreso, sino que están adentro de los Partidos Políticos, Partidos Políticos que tienen muy poca capacidad de atender los intereses de la sociedad, y que son, al mismo tiempo, muy vulnerables a los intereses que están por fuera, que pueden ser, por una parte, los más obvios, que pueden ser los intereses de los grandes Partidos Políticos, pero también, por el otro lado, de intereses y de poderes fácticos que tienen una enorme capacidad de presión.

En este sentido, yo creo que hay que pensar en otra ruta, que me parce que desde una perspectiva histórica es la que está en el estadio siguiente del desarrollo mexicano. Si por una parte me parece que hay que liberarnos de la superstición de que el país debe ser fiel a sus fantasmas y perderle el miedo a esos espectros que nos dicen: “Es que el General Cárdenas nos va a mandar una maldición” “Y es que Benito Juárez va a llegar y va a maldecir a todos aquellos que toquen sus huesitos”

Me parece que si, por un lado, hay que zafarnos de eso, por el otro lado hay que zafarnos de esta tentación, que es la tentación recurrente de distintas generaciones ilustradas de México, de que hay un grupo que tiene la razón, que hay un grupo que sabe lo que le conviene a México, y que lo único que tenemos que hacer es regalarle el poder para que nos conduzca al buen sitio.

Esa es la gran tentación ilustrada, es la gran ilusión tecnocrática. Hay un grupo que sabe qué hacer, y por lo tanto si ese grupo que sabe qué hacer tiene el volante, los pedales, el acelerador, la palanca de velocidades, nos va a cuidar y nos va a llevar al sitio correcto.

Yo creo que esa es una apuesta terriblemente peligrosa, que es de una gran arrogancia de que hay en la sociedad un grupo compacto que sabe qué es lo que hay que hacer en todas las órbitas, y me parece que es desconocer lo que implica un régimen democrático; un régimen democrático implica que no hay una persona que tiene la verdad, que la verdad no está en ningún sitio y que, por lo tanto, en ese sitio hay que entregarle el poder para que resuelva los asuntos, sino que lo que tenemos que aprender es a conducir, a procesar, a combinar los intereses contrarios de la sociedad, a combinar los intereses y los valores diferentes de la sociedad mexicana, de tal manera que emerja un interés común.

En ese sentido, creo que vale la pena registrar que un sistema democrático es un sistema muy complicado, y que los atajos frecuentemente son salidas falsas. A mí me parece muy ilustrativa una manera de comprender la dimensión, las exigencias de un sistema democrático cuando se usa una imagen que no es la imagen que usan los politólogos, ni los académicos, sino es una imagen que tiene que ver con la teología política medieval.

Y es la tradición que para definir, para dibujar la fuerza, las competencias, el poder del rey absoluto, hablaba de los dos cuerpos del rey; por ejemplo, en los dramas de Shakespeare, algunas alusiones a esta tradición, en donde se dice: “¿Qué es el rey, qué es el rey de Inglaterra?” El rey de Inglaterra es como cualquiera de nosotros, una persona, un hombre vivo que tiene ojos, que tiene pelo, que tiene manos, que se enferma, que estornuda, que va al baño y que comete tonterías, que dice incoherencias, que se puede equivocar, que se enferma y que es mortal.

Pero el rey al mismo tiempo es un ser místico, representa el Estado, por lo tanto no se puede equivocar, por lo tanto no se puede enfermar, por lo tanto no puede decir nada incoherente, por lo tanto si es el rey absoluto, si es el monarca de este reino es inmortal, y por eso cuando se muere en Inglaterra el rey, inmediatamente que se dice: “El rey ha muerto”, se dice con velocidad: “¡Viva el rey!” Porque el rey no ha muerto, de inmediato vive en el cuerpo de su sucesor. Por eso la bandera en el Palacio de Buckingham no debe arriarse nunca como luto, porque el rey sigue vivo, sigue teniendo el súbdito inglés, sigue teniendo la referencia de que ahí está el depósito del poder, ahí está el depósito de la soberanía.

¿Por qué hablo de todo esto? Porque los Sistemas no democráticos son sistemas que simplifican enormemente la vida social, son sistemas que nos ayudan a nosotros a tener una brújula, y ahí está lo que dice el monarca, y por lo tanto esto es lo que dice la Ley. Pero también podemos decir: “Bueno, si esto es lo que dice la Ley, esto es lo que pesa un kilo, y esta es la hora a la que nosotros estamos fijando nuestro reloj, esto es lo que es bueno y esto es lo que es malo; esto es lo que es justo y lo que es injusto; esto es lo que es bonito y esto es lo que es feo.

En ese sentido, hay una claridad de referencias para la sociedad, que son en este momento las que para muchos mexicanos resultan muy dignas de nostalgia, y nos dicen, por lo tanto: “¿Es que quién gobierna en México?” “¿Qué pasa con el país, parece que nadie toma las decisiones, parece que nadie está a cargo del poder en México?”

Bueno, yo creo que lo que debemos decir a esas personas, que por supuesto que en eso consiste un régimen democrático, en donde no hay nadie que tenga todo el poder, en donde no hay nadie que tenga el volante, los pedales y la conducción del coche, y en donde nosotros estamos en el asiento trasero confiados de que nos va a llevar al lugar en donde queremos.

En ese sentido, hay inevitablemente una pérdida de certidumbre en el régimen democrático, hay una pérdida de claridad y hay este nerviosismo de qué es lo que va a suceder con cualquier iniciativa, cuál es la suerte de una propuesta concreta, cuál es la suerte de la Reforma Laboral, qué es lo que va a pasar con la decisión del Congreso, porque todo puede ser revisado, todo puede ser modificado, y en ese sentido la idea de que volvamos a construir un bloque duro de poder, que tenga todas las armas en su sitio, me parece que es desconocer esa dinámica, que tiene que ser una dinámica de enorme incertidumbre.

Una incertidumbre que desde luego debería tener ciertos parámetros de regularidad, como, por ejemplo, la Ley. Si México tiene un sistema en donde no sabemos qué es lo que va a pasar con estas iniciativas que presenta el Presidente, no sabemos si van a pasar por el Congreso, no sabemos si las cosas que decide la Legislatura van a pasar la prueba de los jueces, etcétera. El problema es que esas incertidumbres pueden ser muy saludables, porque implican que haya muchos contrapesos que contribuyen a una decisión y que la están vigilando.

El problema es que no solamente tenemos esa incertidumbre, sino que tenemos la incertidumbre de las reglas. Esto es lo que dice la Ley, pero es muy posible que lo que diga la Ley sea solamente lo que dice la Ley, lo que se queda en la Ley.

En este aspecto no hay, ni de la clase política, ni de los actores políticos, ni de los actores sociales, ni de la gente en México, ese cambio que tiene que ser indispensable para que un Sistema Democrático funcione, que es la existencia de un compromiso legal.

Y por el otro lado, diría yo, si esta incertidumbre es una incertidumbre a la que debemos acostumbrarnos, es una incertidumbre que es natural con el régimen democrático, hay otros elementos que son los elementos que le dan sentido a la vida democrática.

Una de ellas tiene que ver con la Ley, otra de ellas tiene que ver con la mecánica de las decisiones en el país, que me parece que es una dinámica que está torcida, porque no presenta los alicientes correctamente a la clase política.

Me parece que tenemos una máquina de tomar decisiones, que no es una máquina correcta, y en eso rescataría mucho de lo que se decía hoy en la Conferencia de la mañana, en donde está patas para arriba un Congreso, en donde los legisladores no tienen que regresar con sus electores para decirles: “He votado tal cosa, he votado a favor de tal cosa, en contra de tal otro, evalúame tú, si te parece bien dame un premio y me quedo tres años más”

El hecho de que no haya reelección, que fue una idea genial de un Sistema autoritario, verdaderamente genial, muy brillante el hecho de que no hubiera reelección en un Sistema donde no hay competencia, porque no tuvimos nosotros lo que le pasó a la CTM, que todos los líderes eran octogenarios o siguen siendo, sino que hubo constantemente una renovación, había sangre nueva, se repartían puestos; en fin, había una lotería constante que estaba refrescando, oxigenando a la clase política mexicana, y eso fue muy saludable cuando no tienes el mecanismo del voto para cambiar a ese grupo dirigente.

Pero en el momento en que hay elecciones los incentivos son incentivos muy perversos, porque no hay manera de que un Presidente que no tiene la mayoría en el Congreso, vaya a la legislatura, vaya a la Cámara de Diputados, y se siente durante horas con los legisladores para decir cómo le hacemos para que esta Ley pase: “Te voy a convencer de que esta Ley es sensata, ¿qué crees tú que hay que meterle a esta Ley para hacer lo que sea conveniente para ti y para mí?” No hay esa facilidad, porque la lealtad de los diputados es racionalmente, es una lealtad para sus partidos y no para sus electores.

En ese sentido, me parece que las Instituciones en este momento no nos funcionan, y no nos funcionan también por otra razón, y es que es muy barata la irresponsabilidad en el Congreso, resulta prácticamente gratuito para la oposición fastidiar a un Gobierno sin decirle si quiera a la sociedad, porque se le está bloqueando.

Hace unas semanas el Presidente, más bien a partir de su Partido, presenta un paquete de cambios a la Ley Laboral, que son muy importantes.

Bueno, la oposición, que en la Cámara de Diputados es más bien el Gobierno de la Cámara de Diputados, puede decir: “Bueno, ya la leí, leí el título, la voy a meter aquí en el cajón, no me interesa siquiera discutirlo” “No le voy a decir ni siquiera a los electores que estoy en contra de tu iniciativa por 1, 2, 3 y 4” Y en ese sentido, lo que estamos viendo es que no hay ningún castigo para quienes están bloqueando una iniciativa. Ahí el Presidente Calderón me parece que plantea una propuesta muy positiva, que es darle al Presidente de México el poder de decir: “Estas son mis prioridades en esta nueva legislatura” “Tú, Congreso, tienes por lo menos que decir qué opinas sobre estas iniciativas y votarlas públicamente” “Si no las votas, en ese sentido, ahí hay distintas opciones, puede pensarse que esta iniciativa pasa” “Entonces, tú tienes el castigo, tú tienes el estímulo para pronunciarte en materia de estas iniciativas, y por lo tanto decirle a la gente que estás bloqueando esta propuesta públicamente”

Yo creo que estos mecanismos son mecanismos que serían muy positivos. En el caso de muchas iniciativas del Presidente Fox esa fue la suerte; las iniciativas se reciben y se meten en el refrigerador, y no pasa absolutamente nada, no se pagan costos por ningún asunto.

Yo creo que cuando pensamos en este terreno de la incertidumbre y de las exigencias del régimen democrático, me parece que no podemos seguir pensando que ese asunto sea solamente un asunto de los que están allá, de los que están platicando en el otro salón grande en estos momentos, sino que tiene que ver con la sociedad.

El régimen democrático, la sociedad democrática es una sociedad muy exigente. Y en este sentido, me parece que si no hemos tenido el gran salto cualitativo de los dirigentes mexicanos que hayan estado a la altura de los retos en el país, si no hemos tenido la fortuna de nuevas democracias, como la española hace 20 y tantos años, del relevo político en Chile, que generó un gran acuerdo entre la izquierda y la derecha para darle muchas Reformas a ese país, si México realmente ha parecido una clase política muy mediocre, fundamentalmente por la mediocridad de sus ambiciones, por la mediocridad de su horizonte, por la limitación de sus proyectos, por la pequeñez de sus deseos; si por el otro lado tenemos, además del problema de los liderazgos, un problema de instituciones, en donde las tuercas no están bien embonadas, me parece que hay que reconocer que también hay otra zona de pendientes muy notable, que es la zona de pendientes en la misma plaza de la sociedad mexicana.

La sociedad en un sistema, en donde no hay dueño, tiene que comportarse, tiene que asumir un papel muy distinto, en donde ya no hay esas riendas. México sigue teniendo en ese aspecto una sociedad que no está embonando con una estructura política. Y lo que normalmente se dice en nuestro lenguaje políticamente correcto, es que el problema son los políticos, el problema son los gobernantes, el problema son los diputados, como si hubiera una especie de barrera casi genética entre esos bichos, que son los políticos, y estos ángeles, que somos nosotros, los miembros de la sociedad civil, y en donde los problemas tienen que ver: “Es que ese es un político”, pero si fuera un ciudadano, sería mejor, como si los ciudadanos fueran virtuosos, inteligentes, honestos, etcétera.

Y ahí me parece que sí tenemos nosotros que hacer una revisión mucho más honesta de lo que pasa en la plaza de la sociedad civil, desde luego no pensando en que la sociedad civil es una señora, que sabe muy bien lo que quiere y que va caminando a un lugar específico, la sociedad civil no es una persona, la sociedad civil no quiere algo, sino que quiere mil cosas al mismo tiempo, a lo mejor no sabe lo que quiere, quiere ir para la derecha, quiere ir para la izquierda, quiere sentarse, quiere regresar. En fin, lo que hay dentro de la sociedad civil es la riqueza de una sociedad pluralista que tiene intereses, ideas, valores encontrados.

Pero quizá uno de los grandes problemas que tenemos es la falta de densidad de nuestra vida social, es decir, que el país tiene una estructura política con muchas deficiencias, pero tiene un espacio social con una muy pobre organicidad, si se puede decir de esta manera.

¿A qué me refiero? A que no tenemos una cultura de organización social, activa, dinámica, exigente, participativa realmente, y en donde seguimos pensando en la actuación política como un juego que sucede durante unos cuantos segundos cada tres años, y que es el compromiso de ir a un lugar y ponerle un tache a un símbolo.

Si hay algo que muestra en las sociedades contemporáneas la diferencia entre democracias que funcionan y democracias que no dan buenos resultados, no nos vayamos tan lejos como para ver cuáles son las leyes de los Partidos, si tienen un Congreso muy grande, si tienen un Presidente o un Primer Ministro, sino qué es lo que sucede en la sociedad.

Los vecinos tienen una organización, los miembros de un condominio se reúnen, tienen confianza entre sí mismos, pagan sus contribuciones regularmente, se distribuyen las cargas y durante tres meses me toca eso y después lo vas a hacer tú, ya hay una red de confianza que se va tejiendo en la sociedad, y que es no solamente un dispositivo para exigirle a los otros que cumplan, no solamente es un mecanismo para pedir que las autoridades den buenos servicios, que nos entreguen aquellas cosas a las que tenemos derecho, que estemos vigilando realmente que los policías cumplen con su trabajo, que tengamos nosotros una entrega de agua puntual, que los servicios sean eficientes, etcétera, sino que sea también un espacio de solución concreta de nuestros problemas.

Y yo siento ahí que nuestra tradición sigue siendo que la Organización Social, que es muy precaria, que es muy tenue, es una Organización Social que tiene como imán no el atender nuestros problemas, sino hacer que esos problemas los atienda alguien más, que los vea alguien más y alguien más lo solucione.

En este sentido, nuestra organización social es una organización frecuentemente quejumbrosa, desde luego que tenemos derecho a quejarnos, pero es una organización que tiene siempre un referente exterior, que es el que resuelve, que es el provee.

Y aquí me parece que hay una imagen, que si me permiten, es muy elocuente sobre el contraste de una organización social en una cultura democrática y en la nuestra, y es una imagen que presenta Alexis de Tocqueville, cuando va a los Estados Unidos y se sorprende de ese país, que le parece una mezcla de horrores y bondades, que le parece muy atractivo en unas cosas, pero en otras le parece muy desagradable, este país tan vulgar, de acuerdo a los ojos de un aristócrata francés; pero lo que le maravilla es que la gente se organiza, que la gente todo el tiempo se está reuniendo, que la gente está formando un club, que está organizándose para el coro, que está atendiendo la escuela de sus hijos, que está reparando los baños públicos, etcétera.

Y dice él: “Yo que vengo de Francia y que tenemos este asunto, en donde todo lo tiene que resolver la autoridad del Estado, me maravilla el hecho de haber visto el día de ayer, que después de una tormenta, que un árbol se cae y que de pronto está a la mitad del camino, que nos une a nosotros con el Puerto o con la Ciudad con la que nosotros comerciamos, y entonces esto puede asfixiar económicamente al pueblo, esto puede limitar que la gente vaya a su trabajo, etcétera”

¿Qué es lo que sucede? Bueno, inmediatamente los miembros de este pueblo se organizan, forman como una especie de embrión de Gobierno, hay alguien que toma las decisiones por los demás, se ponen de acuerdo, y con una especie de Gobierno instantáneo logran quitar el árbol para que el flujo comercial, las comunicaciones se restablezcan. Esta es la maravilla de la organización social democrática.

Me parece muy interesante, porque es justamente lo contrario de nuestra Organización Social, en donde si usamos los árboles es más bien para ponerlos en medio de la calle. Si hay algo que tiene que ver con la comunicación es, cómo le hago yo para fastidiar a lo máximo a la Ciudad, cómo le hago para estrangular la Ciudad de México, cuál es la arteria que puede desgraciar a esta Ciudad en un viernes de quincena, para que causando tanto fastidio a la gente venga el Gobernador, venga el Alcalde, venga el Secretario y me diga: “¿A ver qué quieren para que nos dejen de fastidiar y tengan ustedes lo que me están pidiendo?”

Yo creo que eso habla mucho de nuestros vicios de organización, que tienen que ver con este referente hacia afuera y no hacia adentro, y que hacen que cualquier problema que tenemos, cualquier asunto que nosotros podamos decidir, ubicar como uno de los problemas centrales de nuestra vida en México, tienen ahí un hueco central.

Si pensamos en la seguridad, la seguridad tiene mucho que ver con la falta de estructura comunitaria, ¿Por qué en Ciudad Juárez hay una catástrofe de seguridad tan dramática? Bueno, quizá uno de los elementos más allá del narcotráfico, más allá de la presencia del crimen organizado, tiene que ver con la inexistencia de una comunidad, con la existencia de una sociedad de migrantes en donde hay familias desintegradas que no se conocen, que no tienen absolutamente ningún vínculo entre ellos, en donde una madre de familia que tiene que trabajar, que seguramente trabajará sola, tiene que amarrar a sus hijos a la cama porque no tiene en dónde dejarlos porque no hay una guardería pública que pueda decirle: “Te cuidamos a tus hijos mientras tú trabajas”

En materia educativa, en donde hablamos todo el tiempo pestes de un Sindicato y de una maestra, y donde hablamos de la incapacidad del Gobierno para atender los problemas de la educación y realmente procurar una calidad educativa, bueno, creo que tendríamos que darnos cuenta que uno de los elementos cruciales para que una escuela funcione no tiene que ver tanto con que el pizarrón sea verde, negro, electrónico, si hay una computadora, si hay Internet o no hay Internet, sino que tiene que ver con el hecho de que haya un involucramiento de la comunidad, de los padres, que sepan si el profesor está dando clases, si no da clases; si se está avanzando en el programa, si hay en ese sentido una vigilancia, una participación y una aportación a lo que sucede ahí dentro.

En ese sentido, me parece que los retos de la política mexicana están en muchas plazas. Creo que tiene que ver con este hecho, primero, de salir de la trampa de que lo que tenemos es que ser fieles a la Rotonda de los Hombres Ilustres. Me parece que lo que deberíamos ser es francamente heréticos frente a nuestra historia, tendríamos que ser insumisos frente a lo que nos ha legado nuestra historia y, por el otro lado, entender la complejidad de vivir en una sociedad en donde por fortuna no tenemos dueño, que por fortuna no tenemos a un pastor que nos está diciendo a todos por dónde debemos ir, lo cual supone asumir que no podemos tirarnos en el asiento de atrás a echarnos una siesta, mientras los otros nos conducen.

En ese sentido, creo que el año 2010, me parece que más que celebración de la historia, tendría que ser como una forma de decirle adiós a la historia y tratar de asumir ese compromiso con el presente y, sobre todo, con el mundo, que me parece que nos exige ponernos a caminar.

Muchas gracias.

- EL MODERADOR: Tenemos un tiempito, ¿no? ¿No sé si tienen algún comentario, preguntas?

- INTERVENCIÓN: … regresemos a lo anterior. Estamos aprendiendo, la clase política, la sociedad, que como tú dices, el reflejo anterior de ponernos el día 15 para tapar a las vialidades, creo que la sociedad tiene que aprender, porque antes era la única forma en que nos oían, pero ya no, ya podemos hacerlo de otra forma.

Lo único que no entiendo es por qué etiquetan hacia la izquierda el hecho de que es la que tiene que renovar o es la que tiene el derecho de los pobres. No entiendo por qué esa etiqueta, por qué tiene que ser la izquierda. Creo que es una condición humana que todo mundo queremos que nuestra sociedad se eleve y que no haya esa pobreza, pero esa etiqueta lo oigo mucho entre la clase de politólogos y demás, “Y es que tiene que ser la izquierda la que renueve, es que tiene que ser la izquierda que esté con la sociedad necesitada” Yo creo que es de cualquiera, derecha o izquierda. Esa etiqueta es tremenda.

- EL MODERADOR: Creo que es interesante el punto. Sí hay una especie de santurronería de la izquierda, es decir, que estas son mis causas y, por lo tanto, yo tengo como el monopolio de las buenas intenciones. Yo estoy, yo tengo esta sensibilidad, los otros ayudan sólo a los banqueros.

Sí, yo creo que esa es una etiqueta como muy simplificadora. Creo que si vemos, por ejemplo, en la historia europea lo que diríamos tradicionalmente los Partidos de derecha en Alemania, pues fueron los constructores del estado de bienestar con una seguridad social accesible a todo mundo, con una educación pública, etcétera. Creo que sí puede ser una trampa.

Creo también que tiene ciertas ventajas esa etiqueta y esa trampa, creo que en América Latina y creo que en Europa cambios importantes fueron más factibles por el hecho de que eran sostenidos por Partidos que tenían esas credenciales y que eso les abrió las puertas. Es decir, creo que el hecho de que Felipe González hubiera sido un Presidente cuyo partido se llamaba: Socialista y Obrero, le permitió hacer muchas cosas que para un Partido que hubiera sido Capitalista Empresarial hubiera tenido un terreno mucho más minado, digamos.

En ese sentido sí hay cierta ventaja. Creo que eso lo ha dicho el ex Presidente Zedillo. Muchas de las reformas que necesita México sólo pueden empujarse desde la izquierda, no sé si tenga razón, pero creo que tiene esa lógica, que puede de alguna manera la capacidad de desactivar las oposiciones que podría generar en ese sector de beneficiados de ciertas prácticas. Supongo.

- LIDIA: Cuando dices que la sociedad civil debería de pelear más es como “mandarnos a la batalla sin fusil” y ese es un problema muy grave. Vamos a pensar en algo de la vida diaria de todos, los usos de suelo en la Ciudad de México.

Entonces, no existen las instituciones adecuadas y el esfuerzo de la sociedad civil para poderse hacer oír y para poder al final del día conseguir lo que sentimos que es el bien común o lo que tiene derecho, es muy difícil. O sea, no existen los caminos y esa es la bronca, “estamos tirando la toalla” porque no encontramos la manera de hacer llegar la voz. Y los que lo logran son los que sí cierran el Periférico o Reforma, pero los que hacemos un camino institucional acabamos cansados, agotados y ya desilusionados, frustrados.

- EL MODERADOR: Creo que es un punto muy fuerte, porque sí creo que los alicientes y las recompensas están del lado de la trampa, del lado de quien abusa del poder, de la presión, para lograr lo suyo. Es decir, por ejemplo, esta estampa del Gobierno de Vicente Fox que es: Invade el rancho del Presidente, rompe las macetas de la casa de la mamá del Presidente, hace unos desmanes en el rancho y al día siguiente el Secretario de Gobernación te va a recibir en su oficina” Bueno, ese es un poco el caminito y justamente ¿cuál es el caminito que se enseña que es redituable? Y me parece que ahí sí los estímulos están totalmente al revés, mientras más abuses tendrás mejor éxito y vas a ser tú de los privilegiados.

Pero al mismo tiempo sí creo que una de las cosas que han ido cambiando me parece que es el camino de la organización social. Me parece que sí hay cosas muy estimulantes de la nueva vida política de México que tiene que ver con esas plazas. ¿Por qué hay mayor presión hoy en materia educativa? Creo que tiene que ver con la organización social, en donde podemos nosotros tener ahora radares que nos dicen: “De estas escuelas que hay en tu barrio, estos son los puntajes que tienen en las evaluaciones” Ya puedes tú saber eso. Eso hace muy pocos años no se sabía y eso es por una iniciativa de la sociedad civil, que me parece valiosísima.

En materia de seguridad creo que también es muy admirable y me parece que hay cosas muy estimulantes en el hecho de que víctimas de crímenes terribles en vez de decir: “Me voy de este País”, digan: “Voy a estar haciendo propuestas, voy a estar vigilando, voy a estar monitoreando y voy a estar marcando a las autoridades para decir cómo lo están haciendo estas autoridades” Creo que ahí hay muchas cosas.

Y en materia vecinal también creo que hay, dentro de toda la maraña, cosas que se empiezan a mover. Entiendo que muy lentamente y que sí hay mucha frustración en el camino. No sé si lo estoy viendo de lejos, pero me parece que estos fusiles se van ahí construyendo poco a poco.

Creo que hay conductos de presión que se van abriendo, me parece que en materia de exigencias sociales y ciudadanas hay cierta receptividad de los medios de comunicación, que pueden magnificar el efecto de alguna propuesta. En fin, me parece que también está un poco abierto a la imaginación, a la creatividad.

Creo que la propuesta de Reforma Política del Presidente no se entiende sin la movilización de muchos jóvenes en la elección reciente, que dice: “Yo voy a anular mi voto. Todos váyanse al diablo porque no me gusta ninguno” Creo que eso fue un mensaje que se oyó y que cambió ciertas cosas.

- GABRIELA CASTAÑEDA: Para complementar su pregunta, justamente vivo en Polanco y tengo una inmobiliaria en Polanco. He visto muchísimas tranzas terribles, pero creo que el problema más importante de México francamente es la corrupción. Entonces, esta falta de instituciones francamente les conviene a los políticos para tener las arcas abiertas.

Por ejemplo, el Registro Público de la Sociedad es el colmo que está peor que en Guatemala. En cualquier país civilizado está en medios electrónicos, cualquiera puede accesar y ver con el folio de una propiedad en qué consiste, y aquí nos hacen la trampa de que como está desordenado cambian los usos de suelo. Entonces, un edificio justamente en la peor vía, donde hay más tráfico, que tiene uso de suelo para tres niveles, corruptamente cambian en el Registro Público de la Propiedad, cínicamente, lo demuelen y dicen que había un edificio de ocho pisos y entonces ahora ya se puede construir algo de ocho pisos.

Entonces, pertenezco a una asociación civil que se llama Polanco Plus, y la tuvimos que crear, somos tres personas, un abogado, que es el Director Jurídico, yo soy de Comunicación Social y otra amiga que es urbanista; entró Demetrio Sodi, pero bueno, con muchos compromisos para los que le ayudaron a subir, económicos, ¿no? y empezó a cambiar arbitrariamente el uso de suelo y ya se lo echamos abajo, pero ahorita reinició todo el proceso democrático de cómo debe de ser, el cambiar el SEDUI, bueno, es todo un rollo jurídico, pero ahorita llegamos al punto en que ya con toda la sociedad civil de colonos de Polanco, que somos ya muchísimos, no saben cómo logramos de participación, impresionante, ahorita nos topamos con que va a ser un plebiscito, que van a ser las votaciones, pero es abierto a la ciudadanía y no sabe ni cuántos somos la población de Polanco, así te la pongo.

Entonces, ahora resulta que van a votar, si quieren, 80 millones de habitantes por un programa parcial de Polanco. Es el colmo. Y además, les dije: “¿Quién es el contralor, el IFE, digamos, de quién va a llevar el control?” La misma Delegación. Entonces, son juez y parte. Entonces, ¿cómo le haces? O sea, de verdad hemos hecho nuestro mayor esfuerzo, pero ya nos topamos… exacto.

- INTERVENCIÓN: No se puede aplicar ahí… estaban hablando en otro salón de las formas para quitar, renovar o darle premios… el referéndum, digo, ¿si votaron, le dieron su voto, le dieron su confianza, de esa misma manera quitársela?

- EL MODERADOR: Yo en eso no estaría muy de acuerdo. Creo que tendría como un efecto muy desestabilizador el hecho de que un gobernante pudiera irse a la calle por una votación de inmediato en donde tendría mucha dificultad para hacer una obra pública que es fastidiosa, que es latosa por definición y que genera mucho descontento, pues difícilmente alguien pudiera hacer algo así que pudiera generar un beneficio general. Creo que es mucho mejor pensar como en términos relativamente cortos y que se puedan renovar o castigar.

Pero regresando al punto, me parece que sí, el bloque del otro lado es terriblemente pesado, muy ineficiente y sacándole toda la ventaja a todas las tretas a estos asuntos que pudieran ser como problemas técnicos y de arcaísmos, por ejemplo, en lo que mencionas del Registro.

En fin, me parece que tengo poco que comentar. Simplemente reconocer que es un tema muy complicado, coincido en que el tema de la corrupción es un tema terrible y que creo que auténticamente es una de las expectativas más frustrantes del cambio político, en donde creo que sí había cierta expectativa de que disminuiría la corrupción con elecciones más competidas, que entraran a otro Partido. Y la verdad es que lo único que hemos visto es que se ha convertido en corrupción de tres Partidos, no nada más monopolio de uno, ¿no? No pude encontrar algo más estimulante que decir.

- INTERVENCIÓN: Yo te quería comentar que a lo mejor me he vuelto una escéptica de la clase política por completo, inclusive veo que, aunque hubieran cambios, una reforma política ya fuera para mayorías o como estamos ahorita, o la reelección, veo que la clase política está muy interesada en sí misma, en sus intereses, muy de corto plazo.

O sea, yo no veo a ningún político aventarse el tirito de enfrentar a Romero Deschamps, de hacer los cambios, a lo mejor por esta ideología y este --como tú dices-- encumbramiento de nuestros muertos, ni reducir la burocracia o aventarse con el Sindicato o inclusive jalarnos las orejas a la sociedad civil, que también creo que aunque hay muchos esfuerzos y que son con mucho mérito, creo que en general la sociedad civil estamos muy mal en el sentido de que no respetamos absolutamente nada, entonces tiramos papel, me expreso artísticamente en la pared del vecino, hago mis graffitis muy padres, pero tengo derecho, ¿no? porque si no, es represión a la creatividad; me paso el alto o me meto en doble fila para el Periférico, que lo hacemos todos, porque aparte sabemos que nos podemos salir con la nuestra. O sea, hay una impunidad total en todos los sentidos.

Creo que la impunidad se permea en todo, en la sociedad y en la clase política. Entonces, de verdad estoy muy escéptica, y si la sociedad no cambiamos y no respetamos al vecino, al peatón o no nos colgamos del “diablito”, o no compramos piratería, etcétera, y sólo cuando el papá Gobierno dice: “No, ahora sí te voy a multar” es cuando la gente empieza a alinear. Y lo mismo la clase política, como que no la veo con un interés común, la veo en: “Quiero mi presupuesto para el año que entra, quiero a mi Gobernador, estoy pensando en el 2012 y todo lo que beneficie al Partido del poder lo bloqueo” Entonces, la verdad yo sí estoy muy desilusionada.

- EL MODERADOR: Creo que la desilusión tiene un asunto muy positivo. Creo que ser escéptico es muy saludable. Creo que frente a la política uno debe ser escéptico, es decir, no creo, en principio dudo de tus intenciones y frente a la credulidad a mí me parece una gran ventaja ser escéptico.

Creo que buena parte de lo que hemos aprendido en estos años, en estos 10 años de que se dio la alternancia es que no hay magos y que sí es un proceso complicado en donde recuerdo una encuesta del periódico Reforma, unos meses antes de que llegara Vicente Fox a la Presidencia y la convicción de los encuestados es que el señor Fox iba a resolverlo todo, que iba a terminar todos los problemas, que iba a terminar con la corrupción, con el desempleo, que iba a generar educación, que iba a terminar con la pobreza, decían: “Bueno, eso no lo va a resolver luego, luego, se va a tardar un poquito, pero sí lo va a resolver Fox”

Pues teníamos que darnos de golpe con esa expectativa, estábamos en una tontería, en una expectativa absurda, muy infantil. A mí me parece saludable tu escepticismo. Estos señores son interesados, buscan su ambición y lo van a seguir siendo. Bueno que con su ambición generen cosas positivas, que estén puestas las cosas de tal manera que ese Diputado que quiere ser Senador, que lo busque, pero que tenga premio, que logre ciertas cosas en su camino en beneficio de la gente.

Pero a mí me parece muy saludable lo de tu escepticismo, creo que es además un punto medio entre dos fes que son absurdas, diría, la del optimista y la del pesimista, que son dos credulidades, todo va a estar muy bien o todo va a estar muy mal. Y tú dices: “No creo”

- INTERVENCIÓN: Nos encantaría seguir preguntando, yo también me quedé con la mía, pero ya traemos tacones, tenemos que llegar allá. De verdad, Jesús, te agradecemos muchísimo. Un aplauso. Se llenó la casa, somos un poco impuntualotas todas, mujeres; pero, bueno, estamos encantadas y muchísimas gracias. Vámonos, si no, no llegamos.

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